Asociación Andaluza de Comunidades Energéticas

10 motivos para crear tu comunidad energética

10 de junio de 2024

En la conocida transición energética, emerge un modelo de participación ciudadana que también es una forma de resistencia contra los altos precios de la energía. Estamos hablando de las comunidades energéticas, una fórmula que permite democratizar la energía porque los ciudadanos toman la iniciativa. Se presenta una oportunidad para abordar la emergencia climática desde una perspectiva local, y para redefinir el rol del consumidor, quien se convierte en prosumidor, gracias a su papel más dinámico en los diferentes segmentos de la cadena de valor del sistema energético.

Las comunidades energéticas, con diversas fórmulas jurídicas y variedad de fuentes de energía y servicios, que exploraremos en próximas entradas de este blog, son la manifestación del derecho de los ciudadanos a ser agentes activos que producen, almacenan, consumen y venden su propia energía. En estas organizaciones, el control efectivo corresponde a sus miembros, ya sean pequeñas y medianas empresas, entidades locales o, sobre todo, personas físicas.

Si aún te lo estás pensando, aquí te damos 10 razones para unirte a una comunidad energética o incluso liderar la creación de una en tu vecindario, en tu municipio a través de tu ayuntamiento o tu área empresarial. ¡Hay muchas más, pero estas son algunas de las ventajas de esta práctica de economía colaborativa y nueva experiencia de usuario que pone a la gente en el centro del sistema energético!

Descubre las ventajas de esta práctica de economía colaborativa que pone a la gente en el centro del sistema energético.

  1. Fomentan la participación ciudadana en la transición energética, reconociendo el derecho a ser agentes activos y a tener más opciones como consumidores en una necesidad tan básica como la energía. Así, se evita depender exclusivamente de la red eléctrica centralizada, permitiendo que residentes, negocios e infraestructuras públicas dispongan de su propio suministro. Por ejemplo, las industrias pueden reducir significativamente sus costes y su dependencia de energías convencionales, a veces importadas de terceros países.

  2. Ayudan a combatir la emergencia climática, abandonando los combustibles fósiles en favor de fuentes renovables. Este modo de producir y abastecerse genera un valor añadido respecto a la aceptación de las energías renovables, contribuyendo a cumplir con los compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Estos compromisos están recogidos en el Pacto Verde Europeo y el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima de España para 2021-2030.

  3. Reducen la factura energética. Aunque la rentabilidad económica no es la única motivación de quienes promueven una comunidad energética, en ocasiones se logran retornos interesantes y, sobre todo, una reducción en la tarifa por servicios energéticos que puede oscilar entre el 10% y el 30% de media.

  4. Luchan contra la pobreza energética, una de las grandes manifestaciones de las desigualdades sociales en el acceso a servicios básicos. Mejoran la eficiencia, establecen tarifas más económicas y desarrollan programas dedicados a implicar y apoyar activamente a los más vulnerables.

  5. Disminuyen el consumo de energía, mediante programas de sensibilización y la inversión en ahorro energético. Además, al acercar el punto de producción al de consumo, se reducen considerablemente las pérdidas en la red.
comunidades energéticas

Revitalizan la economía local, creando empleos en el entorno inmediato, generando oportunidades de inversión y facilitando que el dinero se quede en la región. Estudios muestran que estos proyectos pueden contribuir hasta ocho veces más a la creación de valor añadido y la cohesión social.

7. Protegen el entorno. Con la vocación de preservar lo propio, las comunidades energéticas trabajan respetando la biodiversidad, el paisaje y los recursos. Su apuesta por las energías renovables mejora la calidad del aire en el entorno cercano.

8. Impulsan la economía circular, utilizando bioenergía (biomasa, residuos de la silvicultura, estiércol…) o el calor excedente de industrias para redes de calefacción municipales. Esto ayuda a las empresas a reducir sus emisiones y se alinea con los principios de la economía circular, como el uso de fuentes renovables, la reutilización y el reciclaje.

9. Fortalecen los lazos comunitarios, afrontando retos de manera colectiva. La proximidad y el sentido de pertenencia juegan un papel crucial en estos proyectos, donde generar vínculos entre los participantes es tan importante como instalar infraestructuras energéticas.

10. Fomentan comportamientos sostenibles. Estas iniciativas motivan a los vecinos a implicarse y preocuparse más por su entorno, participando en actividades como la agricultura urbana, el reciclaje y la movilidad compartida.

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